nunca negra, siempre ensuciada por una turbia claridad. Para despertarse no, pero para afeitarse es mejor el agua caliente que la fría: alguna ventaja había de tener. Aun así, el filo sobre los gruesos cañones de barba produce ese leve ruido de serrucho. Cada dos veces tiene que tirar la hoja, aunque las compra de las baratas, más duras. Eso le tranquiliza, compensandole de sentirse a diario con cara de mujer y no sólo dos veces