--Yo prefiero París --dijo el amigo del primo. Era delgado, larguirucho. Tenía el pelo revuelto y unos ojos castaños que lo recorrían todo con viveza y una especie de desazón. --París, desde luego. Pero en Londres hay una solidez especial. Una manera especial de vivir. Es un problema de ritmo. Los ingleses... El primo divagaba. David escuchaba en silencio y, mientras, bebía la horchata a sorbos lentos. El dulzor se detenía en la