abandonaba, se alejaba de ellos. Por vez primera la geometría familiar se deshacía y ellos quedaban desfondados sin la base del triángulo, reducidos los dos a un simple ángulo, «dos rectas convergentes en un punto», se recitó David. La imagen del triángulo era perfecta. Se le había ocurrido en la clase de Religión. Cuando el profesor dibujaba en la pizarra la figura con la que pretendía representar el misterio de la Santísima Trinidad, él solía pensar: Padre