? --me preguntó el anciano historiador agachandose a mi lado. --Porque --respondí-- estábamos a punto de obtener una información valiosísima y nos hemos quedado con las ganas. --No dé tan pronto su brazo a torcer --replicó el profesor--. Es cierto que sabemos poco, pero no tan poco que con una bibliografía bien seleccionada no podamos ver la luz. Se incorporó y le dijo a mi hermana con gran prosopopeya: --Refinada señorita, ¿me permite