la había anunciado. Ni siquiera se despidió de nosotros. Siempre era así, de golpe desaparecía de nuestra vida en la que, por otra parte, tan poca importancia tenía. Pero esta vez fue diferente. Aunque ni siquiera hoy podría afirmar que aquellos cambios que sucedieron a su marcha estuvieran relacionados con su ausencia. En el interior de esta casa se declaró una tormenta incontrolable incluso para tía Elisa, quien parecía haber sometido a la realidad bajo una lógica inconmovible. Al terminar