Sin que mediara preaviso se levantó el anciano y se dirigió arrastrando las chancletas hasta su escritorio, abrió un cajón, revolvió los papeles que allí había y regresó a su asiento trayendo en la palma de la mano un sobre amarillo. La Emilia se revolvió en su silla sin llegar a despertarse. El vetusto historiador contempló el sobre y dijo sin levantar los ojos: --A los nueve años de los hechos que acabo de referirle me llegó esta carta. Había sido