y se la pintaba de violeta. De pronto sentí que estaba arriesgando mucho más de lo que había supuesto. Siempre he tenido miedo a equivocarme. Hubiera querido que se rompiera la realidad pero la realidad jamás se rompe. Quise gritar: "¡No, no, deténganse, no se los lleven! ¡No toquen nada!..." De pronto ya no eran muebles sino seres cálidos y vivientes y agradecidos y yo los estaba apuñaleando por el respaldo. Los