sela Cassino. Patitas vendría a hincarse frente a él como se hincaba frente al abate pidiendole la bendición cuando acompañó a los ciento cincuenta civiles que fueron a pedir refugio al monasterio empujados por el creciente fuego de artillería. Cuarenta mujeres gritaban: "Abranos, ábranos", y golpearon con sus puños hasta sangrarlos sobre la puerta, y cuando el abate mandó abrir, hombres y mujeres barrieron incontrolablemente los corredores, las escaleras y los sótanos benedictinos. No