nos Mis hombres, o lo que queda de ellos, han corrido a refugiarse bajo la falda de la montaña, cualquier cueva es buena, cualquier roca; allí se acurrucan; se llevaron sus municiones, al menos las que pudieron rescatar; no queda otra más que esperar la noche, y cuando podamos, intentar subir, si todavía estamos en vida. No hay un solo alambre de teléfono, lo único que puede ayudarnos es la neblina porque nadie vendrá a