sememe hotel y me dirigí al mostrador, donde un recepcionista de distinguido aspecto se estaba recortando las uñas de los pies. --Completo --me espetó sin darme tiempo a saludar. --Tengo una reserva a nombre de Pilarín Cañete --repliqué. Consultó un organigrama lleno de borrones y tachaduras, me repasó con una mirada en la que se aunaban furor y sarcasmo y dijo: --Ah, sí. Te estábamos esperando. Yo hice como que no reparaba en