de muebles, astillas de luz, astillas de abuelita; astillas de piel blanca. Las cosas perdían peso; no tenían depositario. --Detrás de este enrejado se ven puros cristales rotos... Por la ventana entran unas estrellas que se equivocaron de puerta... Me gusta que todo se divida en dos; que haya dos de cada uno, abuelita, que nada sea único e irremplazable. La detentadora de los inventarios era la tía Veronique. Los revisaba con su lápiz en la