me la posición de firmes. Se arremangó el señor Ministro la camisa y advertí que llevaba tatuado en el antebrazo un corazón atravesado por un dardo y festoneado por esta lapidaria inscripción: TODAS PUTAS. --Te estarás preguntando, hijo mío --empezó el señor Ministro su importante discurso--, por qué te he convocado a mi presencia y por qué esta entrevista ha lugar en el anonimato de un hotel y no, como correspondería a mi dignidad, en un palacio de mármol.