de la silla me quedé profundamente dormido. Cuando desperté sobresaltado comprendí que me había perdido una parte sustancial del relato, ya que el atropellado narrador tenía los ojos arrasados en lágrimas y decía con vivo sentimiento: --Clotildita en provincias se mustiaba. Tengo, en efecto, sobrada conciencia de no ser persona de verba amena, como aquí el amigo acaba de demostrar con sus ronquidos. Tampoco el lugar donde nos encontrábamos ofrecía a una mujer fogosa y ávida de novedades otros alicientes que