fuera de sí, habló sin respirar. Hubiera querido llamarlas compañeras o comadres o amigas, abrazarlas, pero las mujeres se cerraban sobre sí mismas; se habían apretujado en un extremo del rellano y la gorda se encargó de cortar a la novicia. --Mira, güerita, ¿eres protestante? --No, yo no soy, pero... --Nosotras somos católicas, así es de que pícale, vete a tu casa.