¿Cómo te quedó la cara, rota, catrina, hija de gente decente? A ver, trágate esa, pollita de leche, a ver, reacciona bestiecilla de salón. Mónica gritó. De miedo. De horror. Los perros volvieron a ladrar, pero la otra en la cama, no se movía. Mónica fue hacia el armario y con la inconciencia de sus años niños lo abrió. Las sábanas ensangrentadas se amontonaban. Pero nada más. --Y ¿el