y pronunciadas con rabia. Emanaban un asco infinito hacia el resto de la humanidad, y pretendías que yo estuviera entre ellos. Me imponías una resignación sin sentido, como si yo no pudiera esperar nada más de la vida. Me vaciabas de todo y abrías un hueco desolador en mi alma. Me dejabas sola, deambulando entre naderías, con un tedio que pesaba como un cuerpo sobre mí. Pero entre todas tus prohibiciones yo crecía soñando esperanzas, llena de vagos deseos que