veas. Pero no era para vino, que ni pan había en nuestras casas; sólo que eso no se confiesa nunca porque te avasallan... Llevábamos panderos como el tuyo, angelote mío, y zambombas, pero tú aún no sabrías tocarla. Nosotros mismos las hacíamos con pellejos de conejo del monte y cantarillos rotos por el culo... Tenía yo un compañero muy listo para inventar coplas... Escucha ésta que te vas a reír, se la cantamos a un crapiu pagatu e