para cerciorarme de que estaba ahí y mirar un instante sus ojos de hombre bueno, interrogantes siempre. Me di cuenta que estaba yo cansado aquel día en que detrás de la barricada, allá cerca de los árboles, vi una sombra moverse; claramente vi el casco alemán, entonces me fui reptando, el fusil apoyado entre mis codos, las granadas en la cintura y se me hizo un blanco en la mente, tan blanco como la nieve sobre la cual me