, donde el siempre eficaz Flores me ha sugerido tu nombre, hijo dilecto. Esta última parte, aunque me haya abstenido de acotarla, iba dirigida a mí, con lo que pasé sin transición, y como tantas veces me ha sucedido en la vida, de agudo espectador a perplejo protagonista. Y consciente de que semejantes regalos hay que atajarlos de raíz, so pena de meterse en unos líos de madre santísima, me atreví a levantar el dedo para pedir