la los prófugos y también un montón de periódicos que al llegar arrojó, con aparente despreocupación, sobre la mesa del salón. Adriana quedó desarmada ante aquel regreso, cordial y lleno de proyectos sinceros para los dos, de Marescu. Ella sonreía al principio escéptica y segura de sí misma, pero luego escuchó atentamente los informes del arquitecto. Más tarde, cuando todos se retiraron a dormir, se sumergió vorazmente en el montón de periódicos italianos que a Marescu le habían proporcionado en
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SONREÍR.1 - Reír suavemente, con el gesto pero sin emitir sonidos