queriendo insinuar que todos los presentes eran caballeros excepto el abuelo. Mientras se dirigía hacia la puerta principal, sus pasos resonaron doblemente en el silencio del salón. El abuelo se desplomó sobre el sillón con aire fatigado. No volvió a sonreír en toda la tarde, intuyendo quizás que aquélla sería la última tertulia. Una semana después, el niño estuvo esperando en el salón a los tertulianos, pero sólo llegó un mozo con un paquete para el abuelo. Contenía un ejemplar de
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SONREÍR.1 - Reír suavemente, con el gesto pero sin emitir sonidos