se el primer bramido del buque, pero el instinto los despertó por completo cuando Santiago Nasar salió de su casa. Ambos agarraron entonces el rollo de periódicos, y Pedro Vicario empezó a levantarse. --Por el amor de Dios --murmuró Clotilde Armenta--. Dejenlo para después, aunque sea por respeto al señor obispo. "Fue un soplo del Espíritu Santo", repetía ella a menudo. En efecto, había sido una ocurrencia providencial, pero de una virtud