Se agachó junto a él con precaución y miró al frente, a la silla donde no estaba el viejo. Permaneció allí un rato, en cuclillas; después se levantó sin soltar el soldado y dio media vuelta, camino del jardín. Miraba hacia la carretera. Estaba sentado en una confortable butaca y la tarde comenzaba a caer. La luz, al declinar, dejaba detrás, como una estela, la fatiga de un día caluroso y anodino al que el ligero viento que