Al atardecer hace frío y hay que encender la chimenea. No existe un club en los alrededores, ni otra cosa que el pueblo donde viven los pescadores y donde cada día hacíamos la compra. Me acordaba de ti; era fácil situarse en Ibiza y añorar su sol y el olor dulzón de las higueras y los almendros de nuestro huerto. Todavía conservo en la piel el color de ese verano. Todavía conservo en la memoria tu voz cargada de entusiasmos y de mensajes