en el lavadero con las mangas remangadas y las manos enrojecidas por el frío del agua y la caústica del jabón. Era, en aquel trance, una mujer terrenal, sin secretos, entregada de lleno a un quehacer cualquiera. Me saludó con una sonrisa franca, sin dejar de cantar ya a una hora tan temprana. Exhibía una vitalidad y alegría imposibles para quien ha pasado la noche en vela, entregada a oscuras intensidades que yo no lograba adivinar. Recuerdo que entonces le
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SALUDAR - Decir palabras de cortesía en el encuentro o despedida