, hacía ya cinco años, Juana no había vuelto a verla. Pero nunca la había olvidado y sus pocas esperanzas dependían todas de ella. La esperaba con perseverancia y la ensoñaba como a una reina que algún día llegaría a rescatarla de la miseria en que vivía. Ahora, al fin, había regresado. Y, sin embargo, Juana iba cogida de su mano, con la cabeza muy inclinada hacia el suelo, como si fuera llorando. No se volvió