fulana. Eso es todo lo que le pasa. No hay más que ver cómo mira a Enrique mientras sirve la mesa. ¡Qué vergüenza! --¿Por qué no habla usted con él? --¡Imposible! Se la recomendó un buen amigo. Y, además, dice que no está dispuesto a dejar a esa desgraciada en la calle. Es la clase de mujeres que él frecuenta desde la muerte de mi pobre hermana. --Pero aún no ha pasado nada