clavada sin poder moverme. No podía apartar mi mirada del gitano y del espacio que le rodeaba, convertido con su presencia en escenario sombrío y fantasmal y del que, estaba segura, acababa de salir Bene. Esperaba que él se retirara de un momento a otro. Pero él no parecía venir de ninguna parte ni tampoco ir hacia ningún lugar. Era como si la tierra, misteriosamente, se hubiera abierto para permitirle emerger y fijarse allí, como si fuera un