a todos los que no conozco pero que me huelo deben de ser legión. Venga, venga, deja de hacerte el santo y coge a María por los brazos, que yo la cogeré por las piernas. Poco me habría costado demostrarle lo ilógico de sus argumentos y menos aún lo injusto de sus acusaciones, pero preferí dejar la polémica para mejor ocasión y obedecer sus directrices. ¿Sería, mascullé para mis adentros, que me estaba haciendo viejo? Capítulo decimotercero