decías. A través de aquel velo de penumbra vi años enteros pasando por tu rostro envejecido. Aquella noche sentí que el tiempo era siempre destrucción. Yo no conocía otra cosa. El jardín, la casa, las personas que la habitábamos, incluso yo con mis quince años, estábamos envueltos en aquel mismo destino de muerte que parecía arrastrarnos contigo. Cuando entramos en la casa, me pedíste que le comunicara a Agustina que no ibas a cenar. Y te despedíste de