ADELA.- Por lo visto, sí. EDUARDO.- (Sombrío.) No has cambiado, hija. Continúas tan agria, rencorosa y difícil como siempre. Los años no te hacen cambiar. ADELA.- También te equivocas en eso, papá. Tengo más arrugas, una úlcera grandiosa y no sé qué me pasa últimamente, los nervios, que todo me hace reír. EDUARDO.- No voy a contestarte. Se lo prometí a tu madre y