, de la que me enamoré como sólo se enamoran los niños, los viejos y algunos adolescentes mal informados. Se aproximaba la fecha de mi partida y comprendí que si no quería perder para siempre al objeto de mis delirios no me cabía otra alternativa que proponerla en matrimonio. Así lo hice, no sin rodeos, y ella, por razones que nunca he conseguido entender, me dio el sí. No debo de ser, como a veces mi conducta podría hacer pensar