, del mortal enemigo, del mendaz, del malo. El Dios monoteísta se afirma como único y niega todo otro dios, pero, al caer en la cuenta de que toda la fuerza de su propia existencia surge del combate y reside en la enemistad, vuelve a llamar de nuevo por la puerta falsa al existente negado y excluido y constituye con él ese extraño Alter Deus, tan chocante y contradictorio en las entrañas de cualquier monoteísmo, que es el malo; esto es