se ateniense se vio multiplicada por mil o por diez mil en la prestación personal obligatoria del servicio minero de la mita, que sólo en el cerro del Potosí llegaría a enterrar centenares de millares de indios reventados y muertos bajo sus esportillas para henchir de plata durante siglo y medio las insaciables panzas de los galeones españoles. Pintada en el vasto lienzo de las gavias de esos galeones -como todavía hoy puede observarse en la que se conserva en el museo de la Marina-