me grato refugio de antaño era hoy una trampa de la cual él, que no había tenido valor formal para ausentarse a tiempo, era el último y más desdichado prisionero; pero con todo el rechazo que le produjera, no lograba apartar de sus sentimientos la imagen del viejo camarero ni el peso de aquella espera suplicante y cotidiana que ya no lograba disimular. Entonces pensó que debería perder sus prejuicios y escabullirse de semejante situación de pesadilla; al fin y al cabo él