lo que, a su manera, era un tipo decente, y de qué iba a servirle a la mañana siguiente, o al otro día, o cuando quiera que la vida, el mundo, la ciudad, la justicia decidieran apartarle de la existencia de las gentes; y se preguntó si había sido una persona decente por convicción o por miedo. La respuesta era horrible. La respuesta siempre era horrible, en cualquier caso era horrible; iba a entregarse