», comentó la hija. Poco después llegaron al Hotel de París. «No se compara con el Park», dijo Dorotea. En el salón, encontraron a Poyaré, que se levantó del sillón en que estaba hundido y avanzó con una larga mano abierta, fría y húmeda. Tenía la cara rosada, el pelo rubio, la raya al medio. «Señor», dijo, «soy su yerno» (en francés, beaufils). Herrera comentó que