está cansado y con frío. Venga a mi escritorio. Abrió una puerta, pasamos, la cerró. Quizá porque el cuarto es chico, o porque no tiene más aberturas que esa puerta, la ventana y la chimenea, donde arden troncos de pino, por primera vez en la noche me sentí reconfortado y seguro. Me acerqué a la ventana, entreabrí la cortina, vi la negrura de la noche, unas rejas blancas y, en sesgo, leves pintas de nieve