matrimonio. Empezaba a ser descalificado el género incluso por parte de quienes lo cultivaban. Azorín se atrevió en 1944 a publicar María Fontán con el subtítulo de «novela rosa». Pero en cambio Carmen de Icaza y Concha Linares Becerra protestaron por las mismas fechas, declarando sus preferencias por un color más aséptico y que comprometiera menos la definición de sus historias. Ambas dijeron que su novela no era «rosa» sino «blanca» y moderna. En que las novelas rosa