de pasar a engrosar el tedioso cotarro de las chicas con novio. Daba miedo conocer mejor lo que se había soñado desde la ilusión y el desconocimiento. Con el hombre al que aún no se había aceptado mediante el «sí» cabía el terreno de la ambigüedad, del juego; con un novio ya no se podía jugar. Mira, hija, eso de jugar a los novios me parece que no es lo más indicado para tomar como diversión. No debes nunca entretener