aquel bárbaro y diminuto lugar, pero de alguna forma había que romper con la monotonía de las horas en la villa. Así que se prepararon un par de barcas, bien provistas de viandas y de botellas, y todo el grupo partió sin prisas, a media mañana, hacia el islote. »Las horas fueron pasando con el esperado aburrimiento e irritación de la mayoría. Nada más comer sopló un viento frío, se aborrascó la tarde y se tornó más agresivo el verdor