la noche, cansado de no entregarse a purgar su culpa, cansado de portarla como lastre a lo largo de toda la caminata. La culpa es inapelable, sin rostro, sin figura, su presencia es el águila que planea. Sólo si uno se expone a su mirada ella lo distingue y, acaso irritada por ese acto de soberbia, deja que el ojo de la fatalidad caiga sobre el insensato y se introduzca como un mal en él. Aunque la suerte
MIR:104.32
PLANEARII.1 - Volar [(como) un ave] con las alas extendidas e inmóviles