a cerrar la Biblioteca. Tengo que devolver unos libros. Y, como sucediera en la plaza, Betina tiró de nuevo con su mano de la mano y del cuerpo de Jano, le obligó a levantarse, y comenzó a descender por las callejuelas empedradas y resbaladizas del pueblo. Ya abajo, la esperó unos instantes a la puerta de la Biblioteca, que estaba a la misma orilla del río. Anochecía y se encendieron unas luces muy cálidas tras las ventanas del edificio