llamaba arrepentido de su malhumor. Volvieron al pórtico sin excesivas prisas, pero no lograron ver a nadie. Dieron también ellos algunas voces, pero sólo les respondió el guarda. Mientras cerraba la puerta del templo les dijo que Marescu había descendido --«sin despedirse ni mirarme a la cara»-- montaña abajo. ¿Se sentía molesto por el desplante de Adriana? ¿Acaso por la larga y placentera ausencia de Jano y de Betina? ¿Habría decidido seguir los