aquel laberinto de lluvia y de piedras negras. Pensé que había escogido para olvidarte el más horrible de los lugares. »Pero me engañaba, pues la tormenta que estallaba en mi interior nada tenía que ver con la que se descargaba sobre los tejados de la ciudad. En realidad, Monteoscuro nada tiene de fantasmal. Son precisamente los días de sol los que mejor ayudan a descubrirla. Monteoscuro no es una ciudad muerta. Tú misma lo habrás comprobado, Francesca,