cúpula de la sala, con el tierno y diabólico laberinto de verdores que Leonardo había pintado arriba. Los críticos han dicho que Leonardo da Vinci sólo pretendió imitar las pérgolas y enramadas de los jardines del Castillo, pero ¿quién podría dudar de los oscuros significados, de la complejidad de aquella obra sólo compuesta con filigranas verdosas? Para mí, Francesca, aquélla no era más que una hermética representación del cosmos, de un cosmos fértil, que en vez de estrellas poseía hojas