se y entusiasmo la delicada ascensión de tu voz hacia las primeras estrellas del ocaso. Pero era tan sublime aquella música, tan profunda; era un reflejo tan desgarrador de la Belleza y del sentido trágico de ésta, que yo siempre acababa alejandome de la casa para sumergirme en la parte más escarpada de la ladera, entre los negros abetos.