hueco para él, para su juventud y su vigor y sus deseos de vivir. «Tiene que haber algo más, necesito algo más, espero algo más», se dijo David. Y se fue quedando dormido mientras el llanto descendía por sus mejillas. CAPITULO SÉPTIMO I Nueva York, febrero 1965 Querido David: He pasado el fin de semana con Brigitte, mi amiga francesa, mi primera compañera de apartamento en Nueva York. Ella sigue en el Village y ahora vive