nos pañuelo de inmaculada blancura, a modo de babero para proteger la corbata. Exagerada precaución: mentiría si dijera que alguna vez lo vi sudar. Pasandome un amargo, preguntó: --¿Desde cuándo, recluta, las estadísticas le merecen tanta confianza? Amistosamente me llamaba recluta. Insistí: --¿No es raro que todas coincidan? --Unas se copian de otras. No me diga que no sabe cómo las confeccionan. El empleado público se las lleva para su