- ¡ Bah!, viendo al niño ahora. - ¡ Ni que fueras tú la maestra! La broma, tan inocente, se clava en el viejo, porque ésa es la cuestión. Otra vez su pensamiento se embarulla: por un lado, el niño necesita una abuela y él habrá de serlo además de abuelo; por otro, aquella maestra con su obsesión le aviva la suya ante los recientes mordisqueos de la Rusca vientre abajo. Hortensia percibe que algo ha